PRIMERO DE MAYO
Recuperar el verdadero carácter

“¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar (...)”
George Engel, obrero impresor, ante el tribunal que lo condenó a la horca en Chicago en el año 1887.


“Hoy, primero de Mayo, el proletariado europeo y americano pasa revista por primera vez a sus contingentes puestos en pie de guerra como un ejército único,
unido bajo una sola bandera y concentrado en un objetivo: la jornada normal de
ocho horas, que ya proclamara la Internacional en el congreso de Ginebra en 1889, y que es menester elevar a ley. El espectáculo del día de hoy abrirá los ojos a los capitalistas y a los grandes terratenientes de todos los países y les hará ver que la unión de los proletarios del mundo es ya un hecho.”

De este modo escribía el viejo Federico Engels, (por entonces radicado en Londres), lo que fue la jornada del 1 de Mayo de 1890 en la capital del país más industrializado de la época. Según la prensa británica eran “obreros de todas las categorías y condiciones, portuarios en sus toscos vestidos de trabajo, elegantes tipógrafos con guantes de cabritilla y sombreros de copa, obreras del East End que habían sacado sus mejores galas.[1]” Ese día la presencia de la clase obrera en las calles fue masiva en varios países del mundo, sobre todo en los más industrializados o en vías de industrialización. En Francia, que ya en febrero de 1889 se habían producido algunas concentraciones organizadas por los sindicatos en favor de la reducción de la jornada y el aumento de salarios, el 1 de mayo fue celebrado con huelgas y manifestaciones en París y en 138 ciudades y localidades importantes. En las calles de París se concentraron alrededor de cien mil obreros, y se leyó un documento que recogía las peticiones del Congreso de París de 1889. En otros países de Europa las reuniones o manifestaciones obreras se produjeron legal o ilegalmente, con enfrentamientos con la policía en diversas ciudades del Imperio austro-húngaro, Italia o Polonia, y asistencia masiva en las principales ciudades del continente (Viena, Praga, Budapest, Varsovia, Estocolmo, Copenhague, Bruselas, Milán, Turín). En España, pese a la debilidad de las organizaciones obreras y a las diferencias ideológicas entre ellas, los días 1 y 4 de mayo de 1890 contemplaron una intensa y decidida acción reivindicativa del proletariado. A diferencia de lo ocurrido en Madrid, donde las manifestaciones masivas se hicieron el domingo 4 de mayo en orden y sin incidentes, en Barcelona los acontecimientos se produjeron de forma más conflictiva y radicalizada. Según datos de los corresponsales de los dos principales periódicos obreros del momento, El Socialista y El Productor, las zonas de mayor combatividad, además de Barcelona, fueron Cataluña, Levante y el País Vasco. En Argentina el acto del 1º de Mayo de 1890 fue acordado entre socialistas y anarquistas, y pese a las amenazas patronales, los trabajadores organizaron huelgas y salieron a manifestarse, superando los límites de oficio y nacionalidad. Se conformó un Comité Internacional Obrero para organizar el acto y difundir el manifiesto fundador de la Segunda Internacional. En el mitin obrero realizado ese día en Buenos Aires se anuncia la decisión de formar una Federación de Trabajadores Nacional y la necesidad de publicar un periódico propio, al que llamarán El Obrero y aparecerá durante un tiempo. Además se aprobó un Petitorio[2] de 12 puntos que firmaron 7.500 obreros para presentar ante el Congreso Nacional. Ese mismo día se organizaron actos similares en otras ciudades argentinas, como Rosario y Bahía Blanca. En el Congreso de fundación de la Segunda Internacional celebrado en París en 1889 se había resuelto convocar a manifestaciones y mítines en todo el mundo, en una fecha fija, para que en todos los países y en todas las ciudades a la vez, el mismo día, los trabajadores salieran a las calles a reivindicar la lucha por la reducción de la jornada laboral y la aplicación de las demás resoluciones del Congreso Internacional de Paris. La fecha para la jornada de lucha internacional se tomó considerando la resolución de la Federación Americana del Trabajo y se acordó la organización de las movilizaciones para el 1º de Mayo de 1890. Las consignas y reivindicaciones por las que los obreros ganaban las calles en las principales ciudades del mundo y la magnitud de esas manifestaciones y huelgas son el resultado lógico e inevitable de la situación que atravesaba el proletariado en los países industrializados o en vías de industrialización hacia fines del siglo XIX. En esos países, y en su periferia semi–colonial, el desarrollo del capitalismo impone a los obreros jornadas de trabajo interminables y agotadoras. Los testimonios sobre la situación social de la época presentan cuadros escalofriantes[3]. En ciudades como Chicago, París o Buenos Aires, se cumplen jornadas de entre 14 y 16 horas que incluye el trabajo de mujeres y niños. En Cataluña y otros centros fabriles de España, como Alcoy, Granada, Antequera, Valencia y Valladolid, la edad de seis años para empezar a trabajar es la general[4]. Contra la miseria que genera esta superexplotación y voracidad de los capitalistas esa clase obrera en expansión comienza a organizarse en asociaciones sindicales por oficio, en centrales nacionales, mutuales y clubes obreros que se multiplican de a cientos. El proletariado industrial dejaba de ser un fantasma que recorría el mundo para transformarse en una amenaza real para los patrones y sus gobiernos. Educados e influenciados por las ideas socialistas y anarquistas que se difunden por el mundo[5], los trabajadores desarrollan una impresionante lucha por sus derechos, centrada principalmente en reivindicaciones concretas como la reducción de la jornada laboral a 8 horas. En Estados Unidos y América Latina estas ideas revolucionarias son diseminadas por los miles de trabajadores inmigrantes de Europa que llegan a América escapando de la pobreza y la miseria del viejo continente[6]. Una de las mayores demostraciones de este poder de organización y lucha de los trabajadores de aquella época por la reducción de la jornada laboral fue el movimiento obrero de masas extendido por el mundo, que batalló incansablemente por las 8 horas de trabajo. Ya por noviembre de 1884 en el Congreso de la Federación Americana del Trabajo (AFL) se pone de manifiesto el fracaso de las gestiones ante las organizaciones políticas y como consecuencia muchos militantes obreros se convencen de que sólo mediante la lucha y las huelgas se podrá hacerle torcer el brazo a los patrones. Finalmente, las organizaciones de trabajadores de Estados Unidos y Canadá resuelven que la duración de la jornada de trabajo desde el 1º de mayo de 1886 será de ocho horas: "Ocho horas de trabajo. Ocho horas de reposo. Ocho horas para la educación. A partir de hoy ningún obrero debe trabajar más de ocho horas por día", decía la declaración. Frente a la negativa de los empresarios a reducir la jornada, esta Federación acordó una huelga general el 1º de Mayo de 1886 en la que se obligaría a los patrones a respetar la jornada de ocho horas, tal como había resuelto el Congreso de la AFL de 1884. ¿Por qué el 1º de mayo y no otro día? El historiador Maurice Dommanget [7], siguiendo al socialista Gabriel Deville, explica que esa fecha correspondía, en América del Norte, al comienzo del año de trabajo y a partir de ella se efectuaban, masivamente, las contrataciones de trabajadores. Ese Primero de Mayo de 1886 las organizaciones sindicales y políticas de los trabajadores de EE. UU. se movilizaron y paralizaron el país con más de cinco mil huelgas para hacer cumplir la jornada de 8 horas. Más de 300.000 trabajadores iniciaron la huelga, mientras que otros 200.000 obtenían esa conquista con la simple amenaza de paro. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo, así como la mejora en las condiciones laborales y de vida habían impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones obreras, cuando muchos hasta ese momento habían permanecido indiferentes a la agitación sindical y las ideas revolucionarias. La prensa atacó desde el comienzo a las organizaciones obreras, a través de sus páginas, donde se demonizaba a los trabajadores, destilaban el odio y el miedo de una burguesía en pleno ascenso: El New York Times decía: "Las huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de nuestra nación, pero no lograrán su objetivo", o el Filadelfia Telegram : "El elemento laboral ha sido picado por una especie de tarántula universal y se ha vuelto loco de remate: piensa precisamente en estos momentos en iniciar una huelga por el logro del sistema de ocho horas." En Chicago, donde los obreros vivían en peores condiciones, trabajaban de catorce a dieciséis horas por día, carecían de alojamiento y el costo de vida abrumaba los salarios, la adhesión a la huelga fue masiva: alrededor de 80 mil obreros se lanzaron a las calles para conquistar la jornada de ocho horas. A pesar de las amenazas y el despliegue de las fuerzas represivas, las huelgas y movilizaciones continuaron los días 2 y 3 de mayo. El día 2 la policía disolvió violentamente una manifestación de más de 50.000 personas. Y el 3 de mayo, en un acto de provocación y con el fin de quebrar una de las huelgas, un grupo de carneros enviados por las patronales se enfrentó con los casi seis mil trabajadores portuarios que sostenían una de las tantas medidas de fuerza. Con este pretexto la policía reprimió a los estibadores huelguistas, dejando un saldo de cuatro obreros muertos y más de cien heridos. En repudio a estos hechos el 4 de mayo se organizó una movilización en la plaza Haymarket, al sur de Chicago, a la cual concurrieron más de 30.000 trabajadores. La policía atacó nuevamente a las columnas obreras, disparando contra la multitud, matando a varios obreros y dejando heridos a más de 200. No había dudas que el régimen burgués temblaba y actuaba en consecuencia. El gobierno estadounidense desató una caza de brujas contra los principales dirigentes obreros de las huelgas y movilizaciones, acusándolos de haber lanzado una bomba [8] que explotó contra la policía el día de la represión en la plaza Haymarket, y condenó a juicio a ocho de ellos. August Spies, Michael Schwab, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg, Albert Parsons, Samuel Fielden y Oscar Neebe fueron sometidos a un juicio fraudulento, orquestado por el gobierno, con testigos falsos y plagado de irregularidades. Uno de los fiscales, cuando se le argumentó la inocencia de los acusados, confesó: “Los colgaremos lo mismo. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios[9]”. El 11 de noviembre de 1887 A. Spies, G. Engel, A. Fischer y A. Parsons fueron ahorcados. Unos días antes Louis Lingg se suicidó en su celda. Desde entones ellos son recordados como “los mártires de Chicago”, ejemplo de lucha y coraje de la clase trabajadora internacional. Los otros enjuiciados (Fielden, Schwab y Neebe), cuando la falsedad de los juicios no pudo ser sostenida, salieron luego de largos años en prisión tras una masiva campaña nacional e internacional, que produjo actos y medidas de lucha en todo el mundo para exigir su libertad y repudiar la ejecución de los cinco trabajadores. La lucha de los trabajadores en todo el mundo logró en las décadas siguientes avances importantes en la reducción de la jornada y en la mejora de las condiciones de trabajo. En Argentina por ejemplo, el 1 de mayo de 1909 el acto de la FORA fue reprimido por la policía bajo las órdenes del Coronel Ramón Falcón, dejando doce obreros muertos. En respuesta, la FORA y la UGT, con el apoyo del Partido Socialista, llamaron a la huelga general por tiempo indeterminado. La respuesta fue contundente: Buenos Aires y varias ciudades quedaron completamente paralizadas durante una semana (lo que se conoce como La Semana Roja de 1909) El 4 de mayo se realizó el entierro de los muertos con una asistencia de 300.000 personas. El día 8 de mayo la huelga continuaba y el gobierno finalmente aceptó negociar con el Comité de Huelga (FORA, UGT y PS), que logró la abolición del Código Municipal de Penalidades, la libertad de todos los presos por causa de huelgas, y la reapertura de los locales obreros. Por primera vez en la historia de las huelgas generales un gobierno pactó con los obreros. En noviembre de 1917, en medio de la 1º Guerra Mundial, triunfa la revolución rusa y se organiza por primera vez en la historia un estado obrero. La revolución bolchevique, que se esparce como pólvora por Europa (en Alemania es aplastada con sangre y fuego) asesta un duro golpe al capitalismo mundial produciéndose un alza de la lucha obrera en todo el mundo. Volviendo a la Argentina, los hechos transcurridos durante el gobierno de Hipólito Irigoyen, como la Semana Trágica de 1919 [10], o el movimiento huelguístico organizado por los sindicatos de trabajadores rurales y portuarios de la Patagonia en 1920 y 21 (registrado de manera brillante en el trabajo de Osvaldo Bayer La Patagonia Rebelde), son expresión y se enmarcan en ese contexto de ascenso de la lucha obrera. En las décadas siguientes el movimiento obrero argentino comenzaba a preparar grandes estructuras sindicales capaces de negociar con las organizaciones empresariales y el gobierno. Durante la década de 1930 (la Década Infame) se crea la Confederación General del Trabajo, en un acto de gran trascendencia en la vida política de Argentina, porque prepara las condiciones para que la clase obrera argentina deje de ser un actor marginal del proceso histórico, para convertirse en un protagonista decisivo. La CGT promovió fuertemente la organización sindical a partir de cada rama de producción. De este modo se modificó totalmente el panorama sindical. Los sindicatos aparecieron con un número menor y más cohesionados, a diferencia de la gran cantidad de organizaciones dispersas que caracterizaba hasta entonces al sindicalismo por oficio y por especialidad que era la base de la FORA. El número absoluto de sindicatos existentes disminuyó, pero se verificó un aumento de la potencia de la clase trabajadora en conjunto. El surgimiento de la CGT venía a concretar en la Argentina esta transformación estructural del sindicalismo que estaba sucediendo a nivel mundial. El 70% de los sindicatos de la CGT estaban organizados por rama de industria o actividad. La notable transformación que estaba produciendo el movimiento obrero argentino en la década del 30, se hará evidente en la organización del Acto del 1 de mayo de 1936. En un gesto sin precedentes, la CGT asume entonces la misión de unir alrededor suyo a los demás sectores populares, convocando a los partidos socialista, radical, demócrata progresista y comunista, y al movimiento estudiantil, a compartir el acto y la tribuna. El resultado fue una manifestación sin precedentes en la historia argentina, que convocó a más de 160.000 personas. Con la llegada del peronismo al poder en 1945, si bien los trabajadores consiguen el reconocimiento de muchos de los derechos por los que venían luchando desde hace décadas, comienza un proceso de cooptación de los sindicatos por el estado, incluyéndolos en una de las “patas” del modelo de la “comunidad organizada” que promovía Perón. El movimiento obrero fue considerado la columna vertebral del Partido Justicialista y la CGT unificada adquirió un enorme poder. La independencia y autonomía de los sindicatos con respecto al estado quedaban casi abolidas, delineándose un modelo de sindicalismo verticalista y nacionalista que incluyó la persecución de activistas comunistas y socialistas para expulsarlos de sus filas. Los comunistas no hicieron, sin embargo, mas que cometer traiciones al movimiento obrero que, de alguna manera, dieron la excusa a la surgente burocracia peronista para excluirlos. Por ejemplo, el PC se oponía antes de 1945 a las huelgas de los grandes frigoríficos liderados por Cipriano Reyes porque ellos significaba “dejar sin carne a las tropas aliadas en Europa.” Esta oposición llego a ser armada y en los enfrentamientos uno de los hermanos de Reyes y otros peronistas fueron asesinados. Cuando se produce el ascenso del peronismo en las elecciones de 1945, tanto socialistas como comunistas se oponen a él desde la derecha, incorporándose a la Unión Democrática liderada por la UCR, los conservadores y el embajador yanki Spruille Braden. Esto beneficio enormemente la consolidación del modelo burocrático-estatal peronista ya que la mayoría de los trabajadores pasaron a ver a los dos partidos mayores de izquierda (PC Y PS) como reaccionarios. Las consecuencias de la implantación y consolidación del modelo sindical peronista traerá consecuencias de larga duración para el movimiento obrero, que se dejan sentir hasta nuestros días, imponiéndose un sindicalismo paternalista y de un marcado carácter conciliador al principio, para luego ir evolucionando y transformándose en diversos momentos históricos. La burocracia sindical peronista termino al final adoptando un participacionismo que incluyo el apoyo a dictaduras militares e incluso a la colaboración de la dirigencia sindical con organizaciones estatales terroristas de derecha, como la Triple A en los 70s. pero no siempre fue asi En 1955 Perón es derrocado por un golpe militar autodenominado “Revolución Libertadora”, encabezado por el ala más conservadora y liberal de las Fuerzas Armadas: la Marina. Uno de los primeros actos del gobierno militar es intervenir la CGT y los sindicatos sobre los que se apoyaba el peronismo. Nuevamente estos ataques de la derecha contra las organizaciones gremiales contaron con el apoyo de comunistas y socialistas. Muchos militantes de este último partido incluso fueron designados interventores. De esa época data la consigna, referida a los obreros peronistas que hacían huelgas, del máximo dirigente socialista Americo Ghioldi: “La letra con sangre entra.” Se dispone la congelación de los salarios, se privatizan empresas, se desnacionalizaron los depósitos bancarios. La participación de los trabajadores en la renta nacional se derrumba en 1959, alcanzando el nivel más bajo de los últimos 40 años. En materia sindical, el gobierno militar impulsa una política para fragmentar, atomizar y debilitar al sindicalismo, con el fin de multiplicar y superponer sindicatos, uniones y federaciones. Toda una nueva generación de dirigentes sindicales surge en el movimiento obrero, vinculado a la “resistencia peronista” a las políticas antiperonistas y anti-sindicales del régimen. En esos años, las luchas sindicales trascendieron el plano reivindicativo y adoptaron claros objetivos políticos y antiimperialistas. En este contexto se enmarca por ejemplo la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre y la posterior huelga general y movilización contra su privatización o las huelgas ferroviarias contra el Plan Larkin, adoptado por el FMI. En este proceso de resistencia se formó una nueva generación de dirigentes sindicales que comienza a unir las demandas económicas con los reclamos políticos como el cese de la proscripción del peronismo o la lucha contra los gobiernos de facto. La organización sindical fue adquiriendo entonces un carácter más colectivo, democrático y descentralizado, con un fuerte dominio de la asamblea de delegados como órgano de conducción Este movimiento sindical combativo que comienza a gestarse en la década del ’60 cobrará un enorme poder de organización y lucha que se verá reflejado, por ejemplo, en la constitución de la CGT de los Argentinos liderada por Raymundo Ongaro y, después del Cordobazo de 1969 que tumbó a la dictadura del general Onganía, adoptó –por lo menos una vanguardia numerosísima– el llamado clasismo. Por entonces, a lo largo y ancho del país, todos –o la mayoría– de los gremios y sindicatos contaban dentro de sus filas con una corriente sindical del llamado clasismo. Esta corriente clasista tuvo su expresión avanzada en Córdoba (René Salamanca en SMATA, los sindicatos autónomos SITRAC-SITRAM, Agustín Tosco en Luz y Fuerza que posteriormente llegaron a constituir la mayoría de la regional Córdoba de la CGT), con impacto en las ciudades industriales ubicadas sobre el Río Paraná (Villa Constitución, San Nicolás de los Arroyos, Zárate y Campana) en los ingenios azucareros, en la regional Salta de la CGT – de donde surgieron dirigentes como Jaime; la corriente de sindicatos clasistas de Mar del Plata que incluía a prensa, mineros, UTA y en un momento las comisiones internas de los frigoríficos mas grandes; las comisiones combativas del Banco Nación, de la Federación Grafica Bonaerense, de los gremios del Tabaco, seccionales de telefónicos, etc. Este ascenso de una vanguardia –de izquierda y del peronismo de izquierda– de masas, del movimiento obrero[11] será atacado violentamente por la burocracia sindical de la derecha peronista, los gobiernos de Perón, Isabel y las bandas armadas creadas por ellos y denominadas Triple A. Pero ninguno logró derrotarla completamente y se necesito, para ello, la dictadura militar instaurada en 1976. A partir de finales de los años ’80 y más específicamente a partir de la caída del Muro de Berlín, acorralado por las caídas de las ganancias y la destrucción de los recursos naturales, una nueva ofensiva del capital empezó por cuestionar y finalmente derrotar muchas de las conquistas históricas de los trabajadores. La ofensiva neoliberal de éstas dos últimas décadas se caracteriza por los intentos –muchas veces exitosos– de la clase capitalista por desregular, flexibilizar, intensificar y finalmente alargar la jornada laboral, precarizando las condiciones de trabajo y expulsando del mercado laboral a miles de trabajadores. Es por esto que el Primero de Mayo debe recuperar su sentido histórico inicial y fundamentalmente encontrando de nuevo su carácter como una jornada de lucha internacional de los trabajadores por recuperar y superar esas conquistas históricas. Por un 1º de Mayo al servicio de unificar y coordinar las luchas obreras El 1º de mayo se desvirtuó a partir de los gobiernos peronistas (1945-55) porque se transformó de una jornada en la que la clase obrera revistaba sus fuerzas y lanzaba sus huelgas o conflictos de manera unificada y con un fuerte carácter internacionalista, a un día de celebración y agradecimiento al líder del movimiento peronista. La influencia de ese sindicalismo –con los impasses representados por la “resistencia” de los 50 y principios de los 60 y las grandes luchas de la primera mitad de los 70– re-adoptó su carácter paternalista, vertical y burocrático, logrando la fragmentación de las luchas, la pérdida progresiva de la solidaridad y el internacionalismo obrero. Por eso hay que volver a transformar el 1ro de mayo en un día de organización y lucha obrera, socialista e internacionalista. Pero no alcanza con marchar y conmemorar a los “mártires de Chicago”. Las organizaciones de izquierda deberían luchar para que las comisiones internas, sindicatos y regionales combativas del movimiento obrero convoquen a un 1ro de Mayo unitario, combativo, clasista e internacionalista al servicio de las luchas que recorren el país de punta a punta, llevándose a cabo huelgas, movilizaciones y actos masivos en apoyo a las luchas de los docentes de Santa Cruz, de la heroica huelga docente de Neuquen, de los trabajadores de la salud de los Hospitales de Buenos Aires, de los trabajadores de Fate, por nombrar sólo algunas de las principales luchas obreras. En un sentido abandonando el actual criterio de que la fecha es una fecha partidaria y re-adoptando la política de que debe servir para movilizar al conjunto de la vanguardia para influenciar a la mayoría de la clase obrera. En ese sentido también deben tomarse como centrales y organizadoras, las consignas más sentidas y necesarias para el conjunto de la clase trabajadora como la reducción de la jornada laboral a seis horas con pago de 40 horas y la victoria de las luchas en curso. Esa agitación central debería se acompañada por demandas como la libertad inmediata de los trabajadores petroleros presos y el desprocesamiento de los miles de trabajadores y luchadores. Por la democracia obrera en los sindicatos, para que sean los trabajadores quienes elijan en asamblea a los delegados paritarios para romper el techo salarial impuesto por el gobierno de Kirchner y la burocracia sindical colaboracionista de la CGT y CTA. Por la independencia política del movimiento obrero y sus sindicatos del gobierno y los partidos patronales. Y el programa no estaría completo sin proponer tareas concretas como aprovechar esta jornada para lanzar un llamado para unificar estas luchas en una coordinadora nacional para solidarizarse activamente con las luchas y procurar la autodefensa obrera que se constituya con delegados y activistas elegidos en asambleas Así mismo este 1º de Mayo debe ser una jornada de lucha obrera internacionalista contra el imperialismo yanqui y europeo en Latinoamérica, por la derrota de EEUU en Irak y contra la posible agresión militar a Irán. Por el retiro de las tropas brasileñas y argentinas de Haití, y contra la hegemonía imperial brasileña en Latinoamérica que cada día adquiere mayor relevancia en los mercados argentino, boliviano, paraguayo, en el caribe y aun en países de África. La izquierda debe adoptar este punto de vista clasista, combativo, democrático y antiimperialista para el 1ro de Mayo y cesar de bastardearlo con expresiones electoralistas coyunturales o propuestas circunscriptas a las necesidades partidarias. La gran tarea de los socialistas y revolucionarios pasa por apostar paciente pero incansablemente al desarrollo y al fortalecimiento político de una nueva vanguardia obrera de masas, partiendo de los embriones fragmentarios que se esta fogueando al calor de estos procesos de lucha, educándola con los mejores métodos de lucha y organización al servicio del conjunto de la clase obrera y un programa socialista que vaya más allá de lo estrictamente sindical. En otras palabras, apostar a la recreación de una vanguardia de masas superior incluso a la que existió en los 60 y 70, aprendiendo de aquellas experiencias y de sus errores, pero también de sus aciertos.
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NOTAS

[1] Diario The Star. 5-V-I890. Citado en Morton-Tate; Historia del movimiento obrero Inglés (Ed- Fundamentos. Madrid, 1971), pág.280.
[2] El Petitorio del 1º de Mayo de 1890 reclama al Congreso: 1 Jornada de 8 horas 2 Prohibición del trabajo de los menores de 14 años 3 Abolición del trabajo nocturno, con excepción de las industrias que no lo permitan 4 Prohibición del trabajo para la mujer cuya naturaleza afecte su salud 5 Abolición del trabajo nocturno para mujeres y menores de 18 6 Descanso no interrumpido para todos los trabajadores de 36 horas semanales 7 Prohibición de trabajos y sistemas de fabricación perjudiciales para la salud 8 Prohibición del trabajo a destajo o por subasta 9 Inspección de los talleres y fábricas por delegados remunerados por el Estado 10 Inspección sanitaria de las habitaciones, vigilancia sobre la fabricación y venta de bebidas y alimentos, castigando a los falsificadores 11 Seguro obligatorio para los obreros contra los accidentes a cargo exclusivo de los empresarios y el Estado 12 Creación de tribunales integrados por obreros y patronos, para la solución pronta y gratuita de los diferendos entre unos y otros.
[3] "Tuve frecuentes oportunidades de ver gente saliendo de las fábricas y ocasionalmente atenderles como pacientes. El pasado verano visité tres fábricas algodoneras con el Dr. Clough de Preston y con el Sr. Baker de Manchester y no fuimos capaces de permanecer diez minutos en la fábrica sin empezar a jadear por falta de aire. ¿Cómo es posible que quienes están condenados a permanecer ahí doce o catorce horas lo soporten? Si tenemos en cuenta la temperatura del aire y su contaminación no puedo llegar a concebir como los trabajadores pueden soportar el confinamiento durante tan largo periodo de tiempo." Declaraciones efectuadas por el Dr. Ward de Manchester en una investigación sobre la salud en las fábricas textiles a mediados del siglo XIX.
[4] El resumen del informe de Luis Aner sobre el trabajo infantil, presentado en 1883 ante la Comisión de Reformas Sociales dice: «En estas regiones (...) trabajan de doce a trece horas, ganan muy poco y se les trata muy mal. Ultimas pinceladas de este cuadro sombrío de miseria y explotación es el detalle que se nos suministra por persona fidedigna, de que las infelices criaturas de seis años, que para llegar al trabajo necesitan recorrer largas distancias, se duermen a cada momento en las fábricas de la alta montaña de Cataluña, instaladas a orillas de los ríos y en las cuales se trabaja de día y de noche, alternando por grupos» Recogido en A. Elorza -M. C. Iglesias: Burgueses y proletarios (Ed. Laia, Barcelona, 1973), pág 118
[5] La primera edición de la obra de F. Engels "La situación de la clase obrera en Inglaterra", se publicó por primera vez en Nueva York en 1885.
[6] “Los principales factores que sacaron de Europa a estas gentes fueron la propagación del capitalismo industrial y la comercialización de la agricultura. Al propagarse el capitalismo industrial, desplazaba artesanos y destruía el sistema de producir para vender. Las transformaciones habidas en la agricultura agobiaron a los labriegos irlandeses y del sudeste de Alemania con rentas mayores, hipotecas y deudas, y sacaron a labriegos escoceses, ingleses y escandinavos de sus tierras, pues tenían que dejar lugar para las ovejas y el ganado mayor. Fue por esto que entre 1820 y 1860 los contingentes principales [que llegaron a EE UU] fueron de Irlanda ( 2.000.000) de Alemania sudoccidental (1.500.000) y de las Islas Británicas (750.000) (...) Entre 1860 y 1890 llegaron más ingleses, suecos, y alemanes del este del Elba. Y aquí también sucedió que muchos de ellos fueron labriegos desplazados arrinconados por la desintegración de la producción triguera inglesa, sueca y alemana entre 1865 y 1875, que fue resultado de la importación de granos baratos norteamericanos y rusos”. Eric R. Wolf, “Europa y la gente sin historia”, Cap. XII “Los nuevos trabajadores” pág. 325. Fondo de Cultura Económica, Argentina 2000. [7] M. Dommanget: Histoire do Premier Mal (Ed. de la rete de Feuilles, París, 1972)
[8] El "Chicago Tribune" decía: "La justicia pública exige que a los asesinos europeos August Spies, Michael Schwab (otro dirigente de la Asociación del Pueblo Trabajador) y a Samuel Fieldem, se les detenga, se les juzgue y se les ahorque. La justicia pública exige que el asesino A. R. Parsons, de quien se dice que deshonra este país por haber nacido en él, sea capturado, juzgado y ahorcado por asesinato."
[9] Julius S. Grinnell, fiscal de Chicago designado para actuar en el caso.
[10] El hecho se desencadena a raíz de la muerte de un policía en el marco de una huelga en los Talleres Metalúrgicos Vasena, que es respondida con el asesinato de 4 huelguistas. La FORA declara entonces una huelga general. El conflicto escala en violencia hasta llegar a una situación de represión ilegal generalizada con el surgimiento de fuerzas parapoliciales que convirtieron a los barrios obreros en zona de guerra durante una semana. Se ha estimado en 800 los trabajadores muertos y más de 50.000 detenidos, en aquellas jornadas.
[11] Un ejemplo de este ascenso del movimiento obrero son las Coordinadoras Interfabriles de Capital y Gran Buenos Aires de mediados de la década del ‘70. Estas Coordinadoras jugaron un papel relevante en la convocatoria y movilización contra el plan económico de Isabel Perón y su ministro Celestino Rodrigo, que culminó en las grandes huelgas de junio y julio del '75. En estas jornadas, la dirigencia sindical oficial es sorprendida y rebasada por un movimiento que surge desde las bases, desde los lugares de trabajo, desde las zonas donde comienzan a coordinarse las comisiones internas, delegados y activistas de distintos establecimientos, y que busca canales propios de expresión de la protesta ante una dirigencia sindical que asume una actitud ambigua frente a la política de Rodrigo e Isabel.

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